top of page

Semana de Libertad - Día 1

Día 1

¡No puedo más! –grité con todas mis fuerzas y siendo mi grito casi inaudible. La verdad es que estaba exhausta. Llevábamos ya 9 meses en pandemia y contando. Encierro obligatorio, trabajo desde casa y guarderías fuera de servicio. A dos meses del regreso de mis ataques de pánico y ansiedad ya no hallaba qué hacer conmigo.

Los que más la estaban sufriendo eran mis hijos, un niño de 4 años y un bebé nacido justo antes de la cuarentena. Ambos aguantando a esa señora con la que vivían a la cual ya no se le podía llamar mamá, pues ya era más una combinación de Fiona la ogra con Maléfica; no quedaba nada de la mujer tierna y amable que habían conocido cuando llegaron al mundo.

Consejos. Es lo que la gente ama dar. Me llovieron al verme o escucharme fuera de mi zona de paz. “Haz ejercicio”, “Trata de tranquilizarte”, “Pide ayuda”, “Aguanta porque todavía le cuelga a esta pandemia”, “¿Por qué no haces esto o lo otro?”. Pero sin duda el más común fue “Date un tiempo para ti”. Y es que muchas veces, aunque agradeces que las personas traten de ayudarte sin duda no tienen la más remota idea de lo que podría funcionar para ti, pues no están en tus zapatos. ¿Un rato para mí? ¡¿En qué momento?! ¿Cómo te das un rato para ti cuando trabajas la mitad del día y la otra mitad atiendes niños? ¿Cómo se le hace cuando los pocos minutos al día que tienes disponibles los tienes que utilizar para lavar biberones, recoger la casa, lavar ropa, hacer comida, bañarte y dormir? No, no hay tiempo para hacer ejercicio (y mucho menos fuerzas), no hay mucha gente cerca a quién pedir ayuda y no hay manera de tranquilizarse, aunque lo hayas intentado todo.

Así fue como decidí pedir mi semana de vacaciones. No, no de mi trabajo en la oficina, sino de mi trabajo de mamá, ya que como se lo repetí a mi esposo una y otra vez, no podía más. Todo se planeó y no canté victoria sino hasta que los vi a los tres en la camioneta y los despedí desde la puerta de mi casa. Me esperé a meterme a la casa hasta ver que habían salido del fraccionamiento y que no había vuelta atrás. Libertad. Entré, cerré la puerta y admiré el gran desorden que me habían dejado. No importa, tendré una semana para limpiar y ordenar a mi tiempo, no tengo prisa. 8:30 a.m. ¿Quiero desayunar? –pensé. No, no por el momento. Quiero ver una serie en mi cama, hace unos varios años que no lo hago. Así lo hice. Me quedé dormida y después de lo que se sintió como una eternidad me desperté. 10:15 a.m. Wow, esa fue una siesta muy corta. No importa, al rato me tomo otra. ¿Qué hago ahora? ¡Ya sé! Recogeré la casa y me pondré a organizar los closets y bodega, hace muchos meses que dije que lo iba a hacer.

Fue así como pasé el primer día de mi semana de Libertad, haciendo lo que hacía cuando estaba con los niños, sólo a un paso más eficiente. Me di un largo baño de agua hirviendo y cuando ya me sentí lo suficientemente roja y cansada me puse la pijama. Antes de dormir, hice un montoncito de libros que pensaba leer en la semana, aquéllos que no había podido leer durante el año. Pensé que no iba a pasar, pero lloré, mucho. Extrañaba a mis hijos. Creo que me equivoqué al pedir toda una semana libre. –pensé. Lloré hasta que el cansancio me derrotó y aún con las lágrimas escurriéndome por los cachetes, me quedé dormida.


 

Comments


LET'S TAKE IT TO THE NEXT LEVEL!

#TAGS

© 2023 by Annabelle. Proudly created with Wix.com

bottom of page