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Bebé #2

Después de la quinta ida al baño fue cuando caí en la cuenta. “A lo mejor y sí. A lo mejor sí estoy embarazada”. Hacía casi 10 meses que habíamos empezado a intentar tener otro bebé, pero fueron varias las circunstancias que no lo habían permitido. Así que cuando tuve la sospecha de los síntomas parecidos a los de cuando me embaracé de Leo no dudé en correr por una prueba de embarazo a la farmacia. Sabía que si salía negativa caería en ese hoyo obscuro de mi mente en el que había caído los últimos meses, pero también sabía que era el momento perfecto para salir de mi duda. Tendría apenas unas 4 semanas; demasiado pronto, incluso para poder verlo en un ultrasonido, pero mi corazón sentía una emoción diferente (y mi estómago ni se diga).

El chiste de las pruebas de embarazo caseras es que desde que haces pipí en ellas sabes el resultado aunque la caja diga que tienes que esperar de 3 a 5 minutos. Y fue así como en un segundo vi las dos rayitas aparecer. Grité de la emoción, lloré un poco más y sentí cómo mi corazón bailaba de felicidad.

Según yo me iba a aguantar dos semanas hasta el día del padre para sorprender a Daniel, pero me entró la emoción y me guardé el secreto tan sólo un día. Fue muy emotivo ver su reacción al escuchar que nuestro deseo se convertía en realidad y fue así como empezamos los preparativos físicos y emocionales del segundo embarazo.

Con ya 19 semanas puedo decir que hasta este momento en los síntomas físicos las cosas han sido muy parecidas a mi primer embarazo: tres meses de náusea, uno de dolor de ciática y uno de sueño mortal. Sin embargo, en la parte sentimental todo ha sido diferente, desde compartir el embarazo con otro pequeñín que ha sin duda querido estar más pegado a mí que de costumbre, hasta los pocos miedos irracionales que me han atacado por las noches. A veces siento que parece que este bebé me importa menos, pues a los casi 5 meses me di cuenta de que no tenía el número del doctor guardado en mi celular (no había necesitado escribirle con dudas), no he armado aún la cuna ni me he puesto a comprar ropa como una loca (todo lo que al tercer mes de embarazo de Leo ya había hecho); pero creo que he podido disfrutar mucho más el estar embarazada sin sentirme agobiada con cosas sin importancia, por el simple hecho de que ya sé que no serán tan relevantes en la vida del bebé, pero que sí lo son para mi tranquilidad actual.

Creo que apenas a mis 30 años puedo comprender muchas cosas del trauma del “sándwich” del que sufrí al ser la segunda hija, y me encanta pensar que Iñaki tendrá las cosas más sencillas (y seguro un chorro de traumas de segundo hijo) con su hermano mayor para guiarle el camino.

Pido todos los días porque todo siga viento en popa, haciendo cuenta regresiva para enero.


 

LET'S TAKE IT TO THE NEXT LEVEL!

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