Parece ya tradición eso de escribir una vez al año. La vida pasó. Claro, hubo muchas cosas muy padres también en ese tiempo, pero una vez más me di cuenta de que necesito escribir para llenar el alma.
Enero empezó lleno de un sabor amargo que hasta la fecha me cuesta trabajo quitarme. Sin hondar en detalles (aún no me siento lista para hablar de eso) tuve un diagnóstico médico que me obligó a tomar medidas sobre mi salud y mi vida. Dos semanas en cama fueron más que suficiente para darme cuenta de que no era la manera en como quería vivir. Como mandado del Cielo vi en Instagram un curso que ofrecían para Sanar el cuerpo, por lo que decidí tomarlo.
Me encuentro en la semana 6 del curso, el cual te impulsa a hacer todo tipo de cambios, desde tu alimentación hasta tus pensamientos. Se trata de crear hábitos que te permitirán tener una vida más saludable y feliz.

Ha sido complicado, claro, mi vida se basaba en comer lo que me hiciera feliz y ahora trato de ser feliz gracias a lo que como. Pero lo que sin duda puedo decir que ha sido lo más difícil ha sido el tratar que la gente acepte mi nuevo régimen alimenticio. Creo que no importa las razones que dé, aún hay personas que me pasean el pingüino frente a la nariz para antojármelo diciendo cosas como “uno es ninguno”. Alguien más comentó que sólo me quería poner de moda siendo “chica fit”, pero que me hartaría de vivir así. No todo ha sido malo, ha habido mucha gente que ha aprobado e impulsado mi proceso, incluso mi esposo está tratando de adaptarse a la nueva comida y manera de cocinar, tomando los licuados que le preparo y dejando de cenar burritos tres noches a la semana. También tengo varias amigas que me echan porras todos los días y que dejan de sacar sus galletas cuando estoy yo cerca. En fin, he experimentado de todo, como todo en la vida.
Otra parte de mi proceso de sanación ha sido aprender a controlar mis pensamientos, los cuales han corrido como caballos desbocados desde que me acuerdo. Mi coach me dejó la tarea de darme cuenta de en qué pensaba, sin juzgar ni regañarme. ¡Wow! La pregunta es, ¿en qué no pienso? Me di cuenta de que probablemente mi falta de concentración de los últimos años tiene que ver con la cantidad de ideas revoloteando en mi cabeza. Y no sólo las ideas, los sentimientos están en mi cabeza también; sentimientos que sé que tengo que dejar ir.
Por último, debo mantener las cosas que me gustan hacer y que me hacen sentir completa a flote. Tenía ya varios años sumergida entre el trabajo y la casa y había dejado muy de lado aquello que me hacer ser yo. Con mucha felicidad digo que en lo que va del año llevo 4 libros leídos (una de mis grandes pasiones) y hoy regreso a escribir (la razón de mi ser), esperando poder seguir poniendo mi salud en primer lugar el resto de mis días y no sólo queriéndome poner de moda.