Hace casi un año desde la última vez que me senté a escribir. Pretextos para haber abandonado esto tengo miles aunque seguramente ninguno lo suficientemente válido.
Este año fue muy chistoso porque transcurrió como agua y aceite a la vez. Viví momentos de mucho cambio en todos los aspectos de mi vida y bien dicen que después de la tormenta llega la calma, y es este momento de calma en mi vida que me permite volver a escribir.
Esta paz de la cual hablo empezó a principios de julio, el cual comencé sin mi hijo. Mis papás lo invitaron a pasar unos días con ellos y, al yo no tener vacaciones en el trabajo, accedí. "Unos poquitos días" fue el trato inicial, pero se convirtieron en dos semanas después de ver que Leo no quería regresar a la casa y lloraba amargamente al ver que su "Abua" y "Yayi" se iban sin él.
¿Qué hice estas dos semanas sin hijo?
Trabajé, cociné, lavé, salí, planché, dormí, comí, hice ejercicio, visité amigas, acabé pendientes y salí a cenar, todo el mismo día. Me rindieron el tiempo y la energía como en 3 años no lo habían hecho. Disfruté mucho mi vida sin obligaciones de mamá y también a mi futuro esposo, pero me hicieron mucha falta las preguntas de Leo cada dos segundos y hubo momentos en que me di cuenta de que yo solita me las hacía, incluso me caché riéndome sola de pensar en las cosas que estuviera diciendo mi escuincle. Disfruté mi tiempo, pero sin duda no cambiaría los abrazos y besos de mi bebé por nada del mundo.
A veces me parece gracioso pensar en cómo mi tiempo libre dejó de ser mío, y sobre todo de ser libre. Desde los 19 años que empecé a vivir sola mi tiempo era mío y lo invertía o gastaba en lo que yo considerara conveniente. Ahora tengo esos momentos que dedico a jugar luchitas y a ser un superhéroe (el que en ese momento quiera Leo), llevarlo a clase de natación, a los juegos, por un helado y adelantar los quehaceres de la casa. Los ratos "libres" ya no existen, pero me saboreo esas nuevas actividades mientras estoy en el trabajo y no puedo esperar para llegar a preparar pan con cacahuate y a meternos "al agua patos" con los cara de papa.
La vida cambia. En un abrir y cerrar de ojos somos personas diferentes y las circunstancias que nos rodean son igualmente distintas. Lo que nunca hay que dejar es de buscar conservar aquello que nos mantiene a flote, y por esa razón estoy de regreso.
