A veces se me olvida que no estoy sola, que te tengo a ti. A veces se me olvida que a ti también te ha costado, que también has sufrido, que también has llorado. A veces creo que para ti todo es fácil pues se me olvidan los momentos en que te he visto sentirte estresado por no saber qué hacer. A veces se me olvida que pasaste noches en vela viendo a tu hijo dormir y que revisaste mil veces el ritmo de su respiración; se me olvidan los pañales que has cambiado, los biberones que has dado y las canciones que has inventado. A veces paso por alto el número de veces que te vi abrazarlo con la esperanza de robarle todos sus males para que se sintiera mejor.
Sí, muchas veces he olvidado las ocasiones en que has sostenido mi mano cuando me he derrumbado, los abrazos que me has dado para hacerme dejar de llorar, las caricias de ternura cuando te he dicho lo fea que me siento. Muchas y muchas veces he olvidado que has dado tu mayor esfuerzo por tu familia y que cada día despiertas pensando en lo que lograrás por nosotros.
A veces se me olvida que eres humano y que estás en tu derecho de cometer errores; se me olvida que la vida no te ha tocado fácil y que hay muchas cosas que sigues aprendiendo.
Hoy te prometo tratar de no olvidar; prometo recordar las cosas buenas que haces y los detalles que tienes. Prometo que cuando sienta que no te esfuerzas igual que yo traeré a mi memoria el día en que te vi convertirte en padre y que te vi llorar de alegría abrazando a tu hijo. Te prometo contar las cosas buenas a la par de las malas, pero sobre todo, hoy te prometo dejar de pensar que mi papel es más importante que el tuyo, que mi esfuerzo siempre es mayor, que mi dolor cuenta más. Hoy te prometo reconocerte más seguido el gran hombre que eres.
